Hace un par de meses, en un telediario, oí una noticia sobre la selección de bailarinas del cabaré parisino Crazy Horse que me llamó la atención por los criterios empleados en dicha selección. Se trataba de medidas; en concreto de la distancia de separación entre los pechos de las aspirantes (21 cm. de pezón a pezón, ni más ni menos) y de la distancia desde el ombligo al pubis (13 cm.). Superada la inicial incredulidad jocosa, empecé a preguntarme (y preguntar) por qué 21 y 13 cm. ¿Por qué no 22 y 14? ¿O por qué no utilizar números redondos como el 20 y el 15? He consultado las medidas con médicos y personas versadas en anatomía pero no he obtenido una respuesta satisfactoria. La noticia invita a creer que aunque a menudo los valores elegidos como umbrales responden a criterios objetivos y científicos, en otras ocasiones da la sensación que surgen de planteamientos arbitrarios o caprichosos. Entre estos criterios de dudosa objetividad podría estar la atracción por los números redondos. Viene todo esto al caso de la renegociación de los contratos de acceso a los paquetes de revistas científicas electrónicas que desde hace años suscriben las bibliotecas bajo la fórmula del big deal. En aquellos momentos (épocas de vacas gordas), la operación era altamente interesante: se obtenía acceso a toda (o casi) la colección del editor a cambio de una cantidad suplementaria que se añadía a lo que las bibliotecas ya pagaban por las suscripciones en papel. Debido a su novedad, el modelo aún no había tenido tiempo de mostrar los fallos y problemas que luego ha puesto de manifiesto. Un buen resumen del origen y problemática de los big deals puede leerse en el artículo de Richard Poynder, "The Big Deal: Not Price But Cost", que además aporta una visión interesante de la cuestión: el problema no es tanto el precio de los big deals, como el coste del sistema de comunicación científica. En opinión de Poynder se publica demasiado en las revistas científicas y el movimiento del open access no hace sino consolidar este problema.
Sea como sea, lo cierto es que, al final, sucumbimos todos a los encantos del big deal...
Sea como sea, lo cierto es que, al final, sucumbimos todos a los encantos del big deal...