miércoles, 16 de noviembre de 2011

Los costes de la educación superior (cuando ruge la marabunta)


Como cualquier sector de la actuación pública, la educación superior experimenta hoy graves problemas de financiación y no parece posible que la solución sea aquello que dijo Woody Allen de que "arreglar los problemas económicos es fácil, lo único que se necesita es dinero"... Hay que contener los gastos, ser más cautelosos con planes y presupuestos, y más eficientes con el gasto. En su libro Las reglas del juego, Jorge Juan Fernández cita la Ley de Bok que proporciona una argumento corto y claro en apoyo del mantenimiento de los niveles de financiación de la educación: "si crees que el conocimiento es caro, prueba con la ignorancia". Desgraciadamente con frases ingeniosas y/o brillantes no creo que vayamos muy lejos.

Por el blog Plinius, del bibliotecario noruego Tord Høivik, he tenido noticia del interesante y conciso análisis que hace un profesor de la University of Southern California, Lloyd Armstrong, de los elevados costes de la enseñanza superior en su país. Aunque optimistas y casticistas puedan decir que esto no tiene por qué ocurrir aquí, ya el propio Høivik reconoce que lo mismo sucede en su país ("sounds like Norway...)". Insisto en que me parece un análisis muy interesante, y si bien no quiero ahorrar a nadie su lectura (aunque está en inglés, es bastante breve), sí que me permito entresacar algunas ideas (no todas)...

Como causas de los altos costes de la educación superior estadounidense, Armstrong identifica males como, por ejemplo, la propensión al isomorfismo de las instituciones educativas que toman como ejemplo a las instituciones más ricas [... ¡maldito benchmarking!]. Esto ha desatado una especie de "carrera armamentista" por aumentar y mejorar permanentemente las instalaciones docentes, recreativas, de alojamiento y de restauración de los campus; por expandir los servicios y actividades dirigidas a los estudiantes; por aumentar las opciones curriculares... A ello se suman otras fuentes de gasto elevado como las instalaciones e infraestructuras físicas o la creciente burocracia que generan esa "carrera armamentista" y el cumplimiento de las crecientes exigencias normativas y reglamentarias que impone el Gobierno. Coste nada desdeñable supone asimismo la necesidad de paliar/remediar los fallos de la educación secundaria. Por último evoca los gastos en que se incurre debido a la estrategia de enfatizar la actividad investigadora sobre la docencia por cuanto los costes de los salarios, los equipamientos e instalaciones, la burocracia y las regulaciones asociadas a la investigación son superiores a los de la enseñanza. Una situación que le lleva a afirmar que "las universidades de investigación son con mucho la forma más cara de educación jamás inventada".

En otra parte de su análisis, el profesor Armstrong aborda la crítica de las soluciones al uso, siempre en la senda de la imitación de los ricos. Por ejemplo, la calidad. Según él, las instituciones de enseñanza superior están jugando la carta de la calidad entendida de un modo perverso: sustituyendo la calidad del aprendizaje (los learning outcomes) por costosos sucedáneos como la calidad de los servicios y amenities para los estudiantes, la calidad de las instalaciones y la calidad de la investigación del profesorado.

El apartado de las soluciones también es jugoso (tecnología, creación de nichos de mercado...), pudiendo resumirse en su propuesta de que muchas instituciones deberían crear nuevas y más baratas propuestas de valor. Insisto, no dejen de leer el análisis de Armstrong.


FOTO: s_falkow, "money, coins, investment", en http://www.flickr.com/photos/safari_vacation/6027460988/

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